Una superficie lambertiana (perfectamente difusa) brilla por igual la miremos por donde la miremos, es decir la luminancia es la misma en cualquier dirección. La luz que llega al techo en forma de haz se redistribuye al reflejarse en forma de esfera. Esta redistribución de la luz produce una pérdida de intensidad de un paso y dos tercios cuando el reflector es perfectamente difuso. Además hay una pérdida debido a la reflexión de la pared. En el caso de un techo blanco recién pintado tenemos una reflexión del 80% lo que supone un tercio de paso menos. Por tanto un techo bien blanco y difusor produce una pérdida de iluminación de dos pasos. Así esa regla según la cual para rebotar un flash consideramos para el cálculo por el número guía la distancia del flash al techo y del techo a la escena no resulta correcta al no tener en cuenta esta pérdida de al menos dos pasos.
Al rebotar la luz cambiamos su dureza y su dirección. Al apuntar los focos al techo cambiamos la iluminación frontal dura por superior suave. Esto permite iluminar un área más grande de manera más uniforme que si se hiciera directamente.
Al rebotar la luz mezclas el color que ya tiene con el del techo, la temperatura de color cambia. La pintura blanca sintética suele tener componentes fluorescentes para mejorar hacerla más luminosa pero fotográficamente tiene demasiado ultravioleta por lo que al rebotar la luz en este tipo de materiales podemos acabar con una iluminación, en la imagen, más fría, aunque a simple vista no podamos apreciarlo.
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